miércoles, junio 03, 2009

SER FETICHISTA

Un fetichista mantiene “relaciones sexuales” con objetos sin vida ni movimiento, o con partes específicas del cuerpo. Muchos hombres se preguntan: ¿Por qué me excita la ropa interior? O ¿Los vellos? O ¿Los pies? O ¿Las axilas? O ¿Las botas?, etc.
Analizando un poco, nos percatamos que el hecho de que algunos objetos o partes del cuerpo que hagan que una persona se excite, es un acto prácticamente ilógico, perverso, inexplicable para muchos. Finalmente “las cosas” no hacen absolutamente nada para atraer la atención sexual de una persona; como lo hiciera otra persona.
Como definición, una persona fetichista es todo aquel que se sienta atraído por un objeto inanimado o una parte del cuerpo, y que la única vía por la cual puede conseguir el orgasmo, es con su fetiche. Por ejemplo, el fetichista de ropa interior, necesita que su pareja tenga puesta la ropa interior para poder culminar su acto sexual, y si se la quita, todo el proceso de excitación se viene abajo. O sea, necesitan literalmente la truza (calzón, tanga, bóxer, etc.) frente a ellos.
Por otro lado conocemos que existen personas que solo tienen “rasgos fetichistas”. Este grupo de individuos se sienten atraídos por su fetiche, pero no les es indispensable para conseguir el orgasmo, si no que lo incluyen a sus prácticas sexuales de manera casi compulsiva. Si ponemos el típico ejemplo del fetichista de pies, encontramos que son personas que no les gusta tener sexo con los calcetines puestos en su pareja, o constantemente están tocando, oliendo, lamiendo o besando los pies mientras tienen la relación sexual. Aunque si son capaces de conseguir el orgasmo por otros “rumbos” más comunes, o en algunos casos, ni siquiera necesitar del fetiche.
¿Por qué sucede esto si es tan sencillo excitarnos entre seres humanos? Existen muchas teorías psicosexuales que tratan de explicarlo. Una muy válida es la teoría “asociacionista”, dada por el psiquiatra francés Bidet y también Krafft-Ebing, quienes se remontan a la edad infantil. Según ellos, los eventos que perturban la mente infantil, o que significan algo importante en estas edades, son acontecimientos que en la edad adulta, por asociación, se erotizan. Existe un chistoso y claro ejemplo: Una relación cercana entre el abuelo y el nieto, en donde el abuelo “dejaba escapar sus gases” ante el nieto sin la menor reserva. Esta experiencia sexual infantil tan impresionante constituye una situación que coloca a la persona en conflicto, poniendo en práctica una futura atracción por todo aquello que se relacione con los olores a flatos (pedos), ya en la edad adulta.
Obviamente todos estos procesos mentales infantiles, como son tan peculiares, hace que el niño lo viva como una especie de trauma psicológico, que no lo deja expresarlo libremente. Esto explica el inicio de una parafilia (antes llamada perversión). En otras palabras, obtiene un pensamiento o preferencia que el niño sabe o intuye, que es el único que lo tiene, y los demás no. Por eso lo calla y lo mantiene en secreto prácticamente hasta la edad adulta; si es que algún día lo confiesa.
Por lo general, los fetichistas tienen problemas de relacionarse con otras personas. En estos casos, la persona fetichista se muestra como un amante de “artículos sin vida” donde pretende conseguir sus vivencias amorosas sin un compañero sexual.
Una característica curiosa es que el fetichista tiende a coleccionar su “Objeto deseado”, algo así como formar su propio “harén”, en donde tiene a sus pies todo lo que le excita, y sin posibilidad a ser juzgado o valorado.
Por tanto, el tema del fetichismo puede ser visto desde muchas perspectivas. Hay quienes lo critican y hay quienes lo aprueban, así como para otros es un tema controversial e interesante. Lo cierto es que siendo tolerantes, podemos verlo como una preferencia bastante exclusiva y peculiar que aumenta las posibilidades y experiencias sexuales.

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